Meses sin que el cursor haga contacto con el cartelito naranja de la derecha. Para quienes no usan blogger, eso sería PUBLICAR. Meses sin hacer salir a la luz ningún escrito, ni siquiera esos que constan solamente de oraciones unimembres que describen lo tedioso que es esperar el 47 a Liniers durante 45 minutos bajo la lluvia rodeada de ciudadanos de países limítrofes. Nada. Nada de nada. Como si jamás hubiera existido impulso de mostrar al mundo imágenes, relatar experiencias o describir sensaciones. Meses condicionando los dedos bajo el "es una sobre exposición y el "tarde o temprano en la web todo se encuentra" que salió alguna vez de la boca del bello aliento que, micrófono en cara, intentaba advertirnos sobre lo peligroso que es publicar la totalidad de tu vida en internet cuando luego vas a tener que jugar de serio para conseguir empleo. Dura vida. Duro impulso que jamás voy a poder controlar.
Si lo que hago es un diario, no se trata de uno íntimo. Y si llegara a ser arte, merece ser compartido. Suponiendo que lo sea, el arte de expresar no se conforma con ser eternamente un borrador. Necesito de eso. Necesito de la metáfora para contar lo que no sale a diario con apariencia de monólogo de stad-up barrial cuya única llegada son oídos conocidos. Hay un sentido aun no encontrado en lo que muere en cuadernos y notas del celular, hay una razón de ser que, admito, desconozco.
Entonces... Bienvenida al anonimato! Parece ser la mejor solución por el momento. Mientras decido si mi CV va a ir parar a una empresa, un local de ropa o un instituto de danza, creo que es una idea útil intentar generar algo de misterio en los pocos ojos bobos que lleguen de casualidad a un nuevo espacio sin firma.
Así es que, adiós querido blog, no morí, solo me mudé.
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